26 de julio de 2013

¿Un tsunami en el Golfo de Cádiz?

Hay artículos de opinión publicados en la prensa diaria que nos nublan la mente por un instante y nos producen una cierta inquietud, por causa del alarmismo amarillo con el que están escritos. Este síndrome transitorio genera una ligera ansiedad en el estupefacto lector que le impide diferenciar con claridad lo que el artículo tiene de presumible información, sobre la que el autor basa sus argumentos, y de manifiesta opinión. Así se tiende a interpretar como información fiable la que le ofrece el periódico que cada cual acostumbra a leer -y que son legiones cuando se trata de prensa gratuita-, avalada por alguna fuente de información que goza de aparente crédito social.
Megabloques desplazados desde el infralitoral hacia la playa durante el evento tsunamigénico de 1755.  La acumulación de bloques se encuentra en el Cabo de Trafalgar en una extensa rasa rocosa.
Hace unos días leía, con inusitada incredulidad, una noticia que bajo el titulo “La Unión Europea alerta de que Cádiz podría sufrir un tsunami con olas de 13 metros de altura”. ¡Oiga!, pero ¿usted sabe lo que son 13 metros de altura? En el texto se narraba el peligro cierto que nos acecha a los gaditanos debido a la posible reactivación de alguna falla submarina y la consiguiente generación de un tsunami. ¡Un cataclismo sin precedentes! El solo hecho de leer el titular hizo que un gélido sudor recorriera todo mi cuerpo, sudoración que me impulsó a desmenuzar la noticia completa dedicándole toda mi atención, fruto de la malsana deformación profesional y del tedio que me invade cuando, cobijado bajo mi sombrilla en la playa de Cádiz, me fustiga el sol del verano. Una vez superada la soporífera  prueba, y toda vez que hubiera asimilado su confuso contenido, trufado de referencias e interpretaciones alarmistas, recuperé el resuello y recapacité sobre lo leído. Inmediatamente pensé, pero si los lectores creyeran que todo esto pudiera ser cierto, seguro que se preguntarían ¿cómo puede ser que la UE alerte de semejante peligro a través de la prensa y que todavía no se hayan activado todas las alarmas nacionales para prevenir a la población de un desastre tan inminente? 


Para nuestra perplejidad colectiva, y para mayor desgracia de japoneses, indonesios y chilenos -por citar solamente las poblaciones que han sufrido en los últimos años el impacto de un tsunami-, hemos podido observar el inmenso poder destructivo que tienen los tsunamis y la cadena de desgracias que pueden llegar a provocar. La visualización de algunas imágenes difundidas por televisión en las que se observan inmensas oleadas de agua marina, negra como el carbón por la cantidad de sedimentos volcánicos que acarreaba, arrasando el litoral de Japón y devorando cuantas edificaciones encontraba a su paso, engullendo con su informe lengua devastadora cuantos habitantes atrapaba a  lo largo de su recorrido, es una experiencia que todavía me causa espanto. Imaginar que algo así pudiera suceder en nuestro entorno gaditano, me pone los pelos de punta.
Recreación de la costa de Cádiz en el momento de la inundación causada por un tsunami como el que los agoreros nos anuncian
Pero no contento con el alarmismo que pudiera generar una noticia así en una población que vive prácticamente al mismo nivel del mar, el columnista enfatizaba desde su rincón vertical el valor de la prueba irrefutable de los recientes movimientos sísmicos ocurridos en la localidad murciana de Lorca. El rigor científico que la noticia podría tener la buscaba su autor en las declaraciones de un científico ignoto que participaba en un estudio, financiado por la UE, dirigido a la evaluación de riesgos tsunamigénicos en los mares europeos. Ni que decir tiene que estos estudios están en fase de ejecución y que, con independencia del brillo mediático que buscan algunos científicos afectados por el síndrome de notoriedad, y de la propia necesidad de rellenar las páginas de los periódicos diarios que tienen algunos medios de comunicación, podría ser la razón que explicara el porqué de la publicación de cosas como esta. Aunque tengo para mí que este tipo de productos, faltos de rigor periodístico, resultan muy atractivos para muchos lectores que buscan emociones fuertes en prensa y en televisión. 

Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? Les puedo asegurar que si la certeza de tales desastres fuera tan evidente como nos quiere transmitir el autor de la columna, yo no me habría venido a vivir a Cádiz, precisamente junto a la playa de la Virgen del Mar. Así pues, me gustaría poder arrojar algo de luz sobre el asunto e intentar tranquilizar, de esta manera, a los lectores que se hubieran quedado más preocupados. Pero, lo siento, hay que arrojar un buen jarro de agua fría justamente al colocar el primer aserto. No puedo negar, y nunca lo hice, que el sur de la Península Ibérica se encuentra en una zona sísmica que resulta de mayor actividad que la que afecta al norte del territorio nacional. Pero esta sismicidad es de baja intensidad, y esto es un factor que tranquiliza, al menos a mí. 

Se viene invocando insistentemente el terremoto de 1755 y al tsunami que generó, destruyendo la ciudad de Lisboa y causando varios miles de muertos, para justificar el alto riesgo que afecta al Golfo de Cádiz.  Esto lo sabemos bien, pero todas las conclusiones geológicas que podemos sacar de aquel episodio no son más que especulaciones, con mayor o menor rigor científico, que todavía están sujetas a estudio y lo habrán de estar durante varios años más, mientras no mejoremos nuestra capacidad de observar el dinamismo cortical de la Tierra. En eso es en lo que la UE se esfuerza, precisamente en mejorar nuestras redes de observación de la dinámica de los océanos y de la corteza terrestre, y no en publicitar conclusiones que nada tienen que ver con el rigor científico con el que se ejecutan las investigaciones. 
Aspecto de la rasa rocosa infralitoral del Cabo de Trafalgar. Las líneas que recorren su superficie son fallas que fracturan la roca en bloques. Están causadas por la evolución geodinámica de la zona que se ve sometida a fuertes presiones debido a la convergencia de las placas litosféricas africana e ibérica.
Siendo el sur de la Península Ibérica una zona de intensidad sísmica moderada, no cabe esperar grandes terremotos ni tsunamis con olas de más de una decena de metros. Los modelos matemáticos, todavía pobremente desarrollados por mucho que se publiquen en revistas científicas de alcance, adolecen de validaciones que permitan contemplar sus resultados con una fiabilidad elevada. Son aproximaciones a una realidad que ha de ser mejor estudiada. Falta por conocer muchos factores cuyas características todavía no tienen cabida en las formulaciones matemáticas que sostienen los modelos. Estamos empleando modelos imperfectos utilizando algoritmos que han de ser mejorados a medida que podamos ir validando los resultados. 

La táctica maquiavélica de generar alarmismo social y así facilitar la obtención de financiación para proyectos científicos, es ya muy antigua y está muy experimentada. Sin embargo, por ser conocida no resulta menos eficaz. Algo que los científicos tendríamos que rechazar incluso en tiempos de crisis.

1 comentarios:

  1. ¿La UE generando alarmismo innecesario? No parece muy propio de ella, jeje.

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