11 de abril de 2016

La sutil huella de Argeo Rodríguez de León

Compartir el ejercicio profesional con una persona durante muchos años hace que el anecdotario sea muy dilatado, particularmente cuando el personaje en cuestión destaca por su singularidad, como es el caso de Argeo Rodríguez de León. Estoy seguro de que se escribirá más de un obituario incidiendo en las aportaciones que Argeo ha realizado al mundo de la Ciencia, la Oceanografía y de la gestión científica en el sistema I+D+i español, siendo notable su trayectoria profesional ejecutada en el Instituto Español de Oceanografía como investigador en primera instancia, luego al frente del Centro Oceanográfico de Murcia (sede en Mar Menor) y en la Jefatura de Área de Medio Marino y Protección Ambiental. Yo me voy a concentrar en un par de anécdotas que hemos vivido y que reflejan, en una cierta medida, algunos rasgos del carácter de Argeo que perfilan esa sutil huella que ha dejado en mí. 

Foto 1. Argeo Rodríguez de León junto a Juan José González (CO de Vigo) participando en el Grupo de Trabajo de Protección Ambiental (Alicante, 1992). Ambos oceanógrafos conformaron, junto a Joaquín Ros y Francisco Faraco (CO de Murcia) los pilares del Departamento de Contaminación Marina del IEO que fue el germen de los grupos de investigación que sobre la materia existen actualmente en la Institución.
El último encuentro que tuve con Argeo fue, curiosamente, en el Corte Inglés de Princesa (Madrid). Había transcurrido un largo tiempo después de haberse jubilado. Su característica figura destacaba, medio perdido, entre las estanterías de la planta baja del edificio. Se desplazaba al rebufo de su mujer, aparentemente ajeno a lo que les había llevado hasta el lugar, con la mirada un tanto ida entre la infinidad de objetos que se exponían en los grandes almacenes. Yo entré de sopetón con un poco de prisa para comprar algo, que no recuerdo lo que era, y me lo veo de cara entre la gente. Me surge entonces un grito de espontáneo júbilo y exclamo delante de sus narices: “¡Argeo, que alegría más grande verte!”. La gente a nuestro alrededor miraba sorprendida de tanto alborozo. El hombre dio un paso atrás un tanto perplejo, no sé si asustado. Ni corto ni perezoso me abalanzo sobre él y le atizo un abrazo de antología, apretándolo contra mi pecho de tal manera que me pareció sentir como mi mano le atravesaba su espalda hasta alcanzar mi propio pecho. El hombre, que siempre fue de complexión flaca, se quedó pasmado tras aquella manifestación de afecto y exclamó: “¡Víctor, no sabía que me apreciabas tanto!”. Y es verdad, fallo mío, pues creo que nunca lo supo, pero es que yo tampoco se lo dije jamás. Saludo a su mujer y cruzamos unos cuantos comentarios entre los que destaco la alegría que me había causado participar en el almuerzo homenaje que le dedicó el personal del Instituto Español de Oceanografía y a la que pude asistir gracias a que coincidió con una reunión que yo tenía en la CICYT en Madrid. Por una serie de circunstancias disfruté del evento en la mesa presidencial, junto al Director y Subdirector del IEO y al propio Argeo, y del cual guardo un recuerdo imborrable. 

En aquella ocasión estaba muy relajado y dispuesto a disfrutar de la jubilación que ya se había iniciado, con la seguridad de que encontraría el tiempo suficiente como para viajar con tranquilidad a Inglaterra donde tenía parte de su familia y de donde era originaria su esposa. Recuerdo bien cuantas veces nos reímos, junto con el resto de los comensales, por el hecho de que yo era en aquella ocasión el hombre florero ya que me había tocado en suerte trasladar al restaurante un enorme ramo de flores que le habíamos preparado sus compañeros como despedida. Tuve que hacer un paseíllo con el floripondio en mis manos una vez que todos los asistentes ya estaban sentados a la mesa, con la correspondiente guasa que la escena provocó. Durante aquel almuerzo descubrí en Argeo algunos rasgos de su personalidad, de gran sensibilidad y capacidad de observación, que no había mostrado jamás a lo largo del tiempo transcurrido en nuestra relación profesional. Afloró una parte desconocida del Argeo hombre que se puso por delante del Argeo químico, el especialista en contaminación marina, el gestor de la investigación ambiental marina.

Foto 2. (De izquierda a derecha) Argeo Rodríguez de León, Gregorio Parrilla (le sucedió al frente del Área de Medio Marino), Jordi Font y Joaquín Tintoré (Alicante, 1992). Todos ellos formaron parte de los grupos de trabajo que redactaron las líneas estratégicas del primer programa de Ciencias Marinas que fomentó la CICYT, cofinanciado por el Instituto Español de Oceanografía siendo Director del IEO Rafael Robles.
No se le oculta a nadie que Argeo era un hombre reservado y muy poco dado a intimar con la gente, de aquí que resultara por momentos distante y poco dado a las manifestaciones de afecto. Sin embargo, con ocasión de mi nombramiento como Director del Centro Oceanográfico de Murcia, del cual él había sido director antes de trasladarse a Madrid para hacerse cargo del Departamento de Contaminación y de la Jefatura de Área de Medio Marino, me dedicó un panegírico de mi personalidad que me dejó atónito, tanto que prácticamente no pude articular palabra y solo balbuceé unas palabras para decirle que jamás hubiera imaginado su capacidad de observación para percibir esa cantidad de detalles en las personas, y la honra que me hacía dándome consejos sobre un escenario que él conocía bien. Nuestra relación profesional posterior fue inmejorable, en la que el apoyo mutuo fue la línea troncal de nuestra actuación. Hay que tener en cuenta que cerca del 50% de la actividad del Centro Oceanográfico que yo dirigía estaba dedicado a la Contaminación Marina, disciplina en la que Argeo era un referente obligado y la materia en cuestión quedaba englobada en las responsabilidades de su Área de gestión. Así que la cooperación entre ambos era cosa algo más que necesaria y conveniente.

No fueron menores sus gestos de proximidad cuando ambos participamos como ponentes en un curso sobre medio ambiente marino organizado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en el Palacio de la Magdalena (Santander). Allí pudimos convivir unos días más estrechamente y pude comprobar el dominio que Argeo tenía de la legislación nacional e internacional sobre Contaminación Marina y Calidad del Medio Marino. Hizo una exposición en la que mostró su enciclopédico conocimiento sobre la materia y el rigor con el que siempre trató de velar por el acervo científico que había detrás de cada párrafo de lo articulado en cada una de las leyes y reglamentos que mencionaba en su disertación. También coincidimos durante tres días en las Iª Jornadas sobre Ciencias y Tecnologías Marinas celebradas en Alicante en el año 1992. El encierro en un hotel de los diversos grupos de trabajo que se habían organizado para la ocasión, con la misión de producir un documento que sirviera de referencia para que la CICYT lanzase el primer programa especial de investigación marina, propició una intensa convivencia enriquecida con animadas tertulias y conversaciones de los temas más variados. Días inolvidables en los que las tensiones cotidianas producidas por el ejercicio profesional quedaban arrinconadas para dar pie a conversaciones relajadas sobre inquietudes en investigación y perspectivas en la evolución del medio marino, y del propio Instituto Español de Oceanografía. 

Fue precisamente este contexto el que favoreció que aflorase el recuerdo de la primera vez que contacté con él, que a la sazón ocupaba la dirección del Centro Oceanográfico de Murcia mientras yo era un joven investigador con algunos conocimientos sobre la Geología del margen continental murciano. Realizaba, junto con mi colega Jorge Rey Salgado, una campaña sonográfica y de sísmica de muy alta resolución en el litoral de Mar Menor a bordo del B/O Jafuda Cresques. Él se mostraba muy interesado en el asunto, habiendo impulsado la iniciativa de la que se pretendía extraer información cartográfica sobre la extensión de las praderas de Posidonia oceánica que tapizan aquella parte del litoral mediterráneo. Su apoyo fue determinante para alcanzar la meta que nos habíamos propuesto, y no fueron menores sus atenciones y muestras de interés por la evolución del estudio. Aquel comportamiento me sorprendió mucho en una persona con las responsabilidades que él tenía y ello me sirvió de ejemplo en numerosas ocasiones.

Los avatares que acontecieron con el transcurso de los años hicieron que nuestra relación profesional pasara por momentos ciertamente incómodos en los que, en más de una ocasión, se vio entre la espada y la pared en el punto y hora de tomar una decisión que no siempre favoreció la aceptación de mis propuestas. Pero no es menos cierto que siempre actuó con honradez teniendo como norte los intereses de la Institución que nos acogía. Los problemas derivados de los cambios profundos en la forma de desarrollar los proyectos de investigación, la participación en las convocatorias de financiación externas competitivas, la adecuación organizativa del IEO a las necesidades que de ellas se desprendían, etc., pusieron en un brete su discernimiento llevándole, una vez más, a mostrarme su atención e interés por las propuestas que le hacía llegar para mejorar nuestra operatividad científica en Málaga. Ceo que el germen del Grupo GEMAR, que iniciamos mi querido amigo Luis Miguel Fernández Salas y yo mismo, y que ahora se muestra muy operativo y eficiente, se debe en gran medida a los impulsos que Argeo nos imprimió en los primeros momentos, a través de numerosas conversaciones e informes justificativos de las necesidades que planteábamos.

Curiosamente, Argeo nunca perdió su acento canario lo que le infundía una forma de hablar un tanto sutil y cadenciosa. Enjuto y de costumbres alimentarias propias de un eremita, trataba los asuntos cara a cara como si fueran los únicos que tuviera entre manos. Siempre me sorprendió la enorme cantidad de torres de documentos que se apilaban cada día en una mesa aneja de su despacho. Informes que pasaban por sus manos con destino a los investigadores del Área y que él se leía previamente. Las torres no disminuían de tamaño con el transcurso del tiempo pero cambiaban cada día de grosor y contenido. Una responsabilidad en la que apenas contaba con apoyo y que ejecutaba con un nivel de autoexigencia encomiable. 

Nunca nos acostumbraremos a ver como las personas que hemos tratado en la vida van progresivamente desapareciendo para dejarnos únicamente los recuerdos que de ellos guardamos en nuestra memoria. Creo también que casi nunca encontramos el momento de mostrar nuestro afecto a las personas que nos acompañan en nuestra actividad profesional. Todos tratamos de pensar, cuando se produce el óbito, en las enseñanzas que nos va dejando cada cual tomándolas como referentes, lo que nos ayuda a fortalecer nuestro carácter consolidando así nuestras convicciones sobre la correcta forma de proceder. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado sobre lo que haría tal o cual persona en una disyuntiva delicada, como la que en determinado momento todos nos encontramos, y en la que hay que tomar una decisión adecuada? Entonces nos vienen a la mente nuestros predecesores en los cargos y recordamos el alcance de las decisiones que tomaron. Eso nos sirve de guía, y por eso siempre seguirán estando en nuestra memoria apuntando desde la lejanía en la dirección más apropiada.

Descansa en paz, Argeo Rodríguez de León.

Víctor 

Publicar un comentario

 
Geociencias Marinas © 2015 | Distributed By My Blogger Themes | Designed By Templateism