13 de septiembre de 2010

Participamos en el descubrimiento de una ostra subfósil que se creía extinguida

Científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y de la Universidad de Málaga descubren la presencia de una ostra subfósil que se creía extinguida en el golfo de Cádiz.

Los volcanes de fango se convierten en un refugio de especies en peligro de extinción.

Un equipo interdisciplinar español, formado por investigadores marinos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y de la Universidad de Málaga (UMA), ha publicado en la revista Marine Biodiversity Records un descubrimiento que abre nuevas expectativas en la biodiversidad marina. La investigación permite describir, por primera vez, la presencia de varios ejemplares vivos de la ostra gigante Neopycnodonte zibrowii en el Golfo de Cádiz, especie que se considera prácticamente residual y que sobrevive en muy escasos lugares del océano.

Investigadores del Departamento de Biología Animal de la UMA y del Grupo de Geociencias Marinas del IEO, que estudian los hábitats característicos de los fondos marinos del Golfo de Cádiz, han localizado un volcán de fango que acoge en su superficie una de las especies más singulares de ostra gigante. Se trata de Neopycnodonte zibrowii, especie prácticamente extinguida, cuya existencia se ha citado en cinco lugares del mundo en las dos últimas décadas.

La ostra gigante ahora descubierta en el Golfo de Cádiz, tiene una larga historia en el océano. Se conocen ejemplares fósiles de hace unos 60 millones de años. Hace unos 25 millones de años formaron numerosas colonias en las proximidades del litoral. Por alguna razón que se desconoce, migraron hacia aguas más profundas con el paso del tiempo, alejándose de las principales corrientes marinas que sostienen las comunidades bentónicas. Parecen tener una gran capacidad de adaptación a las diversas condiciones ambientales de los lugares en los que se asientan, donde soportan condiciones extremas de salinidad, oxigenación, corrientes, etc. Desaparecieron definitivamente de su hábitat natural hace unos dos millones de años, después de poblar extensas superficies del fondo marino.

Este hallazgo que ahora se da a conocer, supone la cita más meridional de las que se han realizado hasta la fecha en el océano Atlántico. Los científicos están acostumbrados a recoger en sus campañas oceanográficas abundantes restos de las conchas de esta ostra. Sin embargo, la sorpresa surgió cuando muestrearon la ladera norte del volcán de fango Hespérides, y observaron que entre la fauna recogida, aparecían algunos ejemplares vivos de la ostra gigante. La singularidad de este hallazgo reside, no solamente en el hecho de encontrar ejemplares vivos, si no en la circunstancia especial en la que han formado sus colonias y el ambiente que han buscado para garantizar su supervivencia.

La razón que podría explicar su presumible extinción es que ha buscado un nicho ecológico en un hábitat extremo y casi inaccesible. Se fijan en las paredes de substratos rocosos que forman cavidades (por ejemplo, cuevas y oquedades), buscando preferentemente los techos o los relieves más recónditos. De ahí la dificultad de acceder con muestreadores o cámaras submarinas a los lugares donde sobrevive la especie.

Los volcanes de fango no son los lugares más idóneos para disfrutar de un ambiente oxigenado que facilite la supervivencia. Por el contrario, son puntos calientes en los que las condiciones ambientales son extremas, dominados por la expulsión de metano que satura de gas los sedimentos marinos, y que facilita su colonización por parte de numerosas asociaciones de bacterias consumidoras de este gas.

El estudio científico que ahora se realiza -en el contexto del Proyecto LIFE/INDEMARES/CHICA-, analiza la composición y el grado de conservación de los ecosistemas que ocupan lugares tan singulares como las estructuras relacionadas con emanaciones de gas metano (hábitat 1180).

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