30 de junio de 2014

Lluvia de hormigón

¿Se compraría usted una finca en un lugar en el que, de lunes a viernes, cayeran del cielo bloques de hormigón? Más aún, ¿que haría usted si no le quedara más remedio que vivir en semejante lugar? Es a todas luces evidente que el riesgo de destrucción de su hogar, y de su hábitat particular, es absoluto. En muy pocas semanas no quedará piedra sobre piedra de lo que fue su residencia, ni rasgo alguno de su jardín ni, por supuesto, de las especies animales y vegetales que vivieran a su alrededor. Todos perecerían por efecto del impacto, el posterior enterramiento y, por último, por asfixia. La enorme cantidad de bloques de hormigón que se acumularía en su finca al cabo del año, cubriría todo el espacio e impediría el desarrollo de cualquier tipo de vida sobre la superficie. No es ocioso añadir que la escombrera resultante arruinaría todo rasgo de vida en el entorno.
Situación del Estrecho de Gibraltar en el contexto del Golfo de Cádiz y la Región Suratlántica IXA del ICES

Esto que les cuento no hace referencia a una película de terror, es simplemente el reflejo de una realidad que tenemos muy cerca y que, sin embargo, no parece atraer la atención de los colectivos sociales que se arrogan el papel de defensores de la Naturaleza. No es menor la desidia de los gestores de la cosa pública en relación con este despropósito, pero es materia sobre la que conviene pensar antes de tomar decisiones. Desde mi punto de vista, es conveniente iniciar, cuanto antes, el proceso de argumentación y discusión de las medidas correctoras que conviene adoptar, para que la destrucción del ecosistema marino no continúe al ritmo que se hace en la actualidad y el deterioro ambiental no resulte aún más grave.
Detalle de la situación del caladero del voraz en el Estrecho de Gibraltar
Resulta que frente a las costas gaditanas, desde Tarifa a Barbate, se practica un tipo de pesca muy singular que tiene importantes retornos económicos. La modalidad se denominada “pesca con piedra”, y ha sido organizada y, presumiblemente, ordenada hace unos años, tras la reducción de la actividad pesquera que una parte de la flota gaditana realizaba en aguas de Marruecos. No quedó más remedio que acomodar a los pescadores en un caladero nacional que ha resultado ser productivo y rentable, pero que, como todos los caladeros, hay que cuidar con mimo para que siga dando sus frutos, dicho de otra manera “que sea sostenible”.
Posición de los buques voraceros (puntos amarillos) faenando en el caladero. Observad la posición que ocupan los buques sobre las vertientes de las depresiones excavadas en el relieve (pozas). Es fácil deducir el lugar en el que se producen las principales acumulaciones de bloques de hormigón.
El método de pesca es muy simple, aunque su práctica entraña ciertos riesgos, particularmente por las condiciones oceanográficas del caladero y la enorme intensidad de tráfico marítimo que transita por la zona. El aparejo de pesca consiste en una línea madre, sobre  la que penden otras con anzuelos a intervalos regulares, en cuyo extremo inferior se sujeta un lastre. Cuando la pesca se ha enganchado en los anzuelos se realiza un movimiento brusco en el hilo que libera el lastre, precipitándose inmediatamente sobre el fondo, con lo que la línea de anzuelos resulta más sencilla de recuperar. Pero el método ha evolucionado de una manera curiosa.  Se ha sustituido la piedra natural, empleada tradicionalmente como lastre, por un bloque de hormigón, con lo que el problema de la lluvia de piedras se ha agravado por causa de la naturaleza del novedoso e industrial lastre.
Una de las unidades de la flota voracera preparada para salir a la mar, con la cubierta repleta de bloques de hormigón que ha de emplear durante el día.
La flota que faena en este caladero lo hace cumpliendo escrupulosamente lo especificado en el Boletín Oficial del Estado (18/07/2012, OM AAA/1589/2012) que, curiosamente, elude toda referencia a la naturaleza y composición del lastre. La flota se compone, aproximadamente, de un centenar de buques que tienen su base en varios puertos gaditanos muy próximos al caladero del Estrecho de Gibraltar. Cada buque tiene autorizado desprenderse de un máximo de 30 bloques de hormigón al día y puede faenar un máximo de 140 días al año, por lo que cada buque arrojaría al año unos 4.200 bloques.
Un pescador se emplea en cebar los anzuelos de una voracera. Observad el lastre que ha de emplear con la voracera que prepara y que ha de abandonar en cada largada.
A tenor de las investigaciones que se han realizado en el caladero, los investigadores nos hemos quedado atónitos al comprobar la extensión y la altura que levanta sobre el fondo el enlosado de hormigón que ha edificado esta práctica de pesca. Está aún por evaluar la superficie potencial total del fondo marino que está siendo recubierta por el hormigón, pero lo que si podemos asegurar, a día de hoy, es que el deterioro ambiental producido en el hábitat profundo es muy considerable. Hemos recuperado bloques de hormigón que llegan a pesar hasta 30 kilos, con densidades muy variadas y de muy difícil disgregación (los tamaños son más o menos homogéneos, de 25x20x20cm). Algunos bloques permanecen intactos desde el momento en el que han sido arrojados al mar, mientras que otros parecen deshacerse parcial y lentamente por efecto del golpeteo contra el fondo o por el desplazamiento de unos sobre los otros propiciado por las fuertes corrientes de fondo.
Resultado de uno de los muestreos científcos en los que solamente se extrajeron bloques de hormigón, siendo prácticamente imposible llegar con el muestreador hasta la superficie natural del fondo marino.
Los cálculos más optimistas de esta lluvia de hormigón, realizados de manera estimativa, nos indican que cada día se arrojan al fondo marino, en el reducido espacio en el que se practica esta modalidad de pesca, unos 3.000 bloques, lo que supone unos 360.000 bloques al año, equivalente a unas 10.500 toneladas de hormigón.

No podemos obviar la capacidad destructiva que tiene esta práctica sobre la diversidad biológica, a causa del impacto que genera esta brutal precipitación sólida sostenida desde hace cerca de tres décadas. Pero resulta mucho más letal la muerte de las especies por el impacto de los bloques que se dejan caer sobre ellos o por asfixia, al cubrirse el fondo marino con un espeso tapiz de grisáceo cemento, producto de la descomposición de algunos bloques de hormigón que, con aparente ingenuidad, utilizan los pescadores en la creencia de que son biodegradables. Lo cierto es que no solamente se extinguen las especies del ecosistema profundo, si no que el hormigón transforma los fondos en substratos estériles, masivamente contaminados por los componentes químicos procedentes de su descomposición y alteración submarina.
Evolución del lastre.
La destrucción de los ecosistemas más frágiles del fondo marino, de los que depende para su subsistencia el propio voraz, esta garantizada con la singularidad añadida de que algunos colectivos sociales, poco documentados, achacan los descensos en las capturas a cuestiones mucho más peregrinas, como los presumibles efectos electromagnéticos de ciertos tendidos eléctricos submarinos. Una broma pesada.

Publicar un comentario

 
Geociencias Marinas © 2015 | Distributed By My Blogger Themes | Designed By Templateism