¿Se compraría usted una finca en un lugar en el que, de lunes a viernes, cayeran del cielo bloques de hormigón? Más aún, ¿que haría usted si no le quedara más remedio que vivir en semejante lugar? Es a todas luces evidente que el riesgo de destrucción de su hogar, y de su hábitat particular, es absoluto. En muy pocas semanas no quedará piedra sobre piedra de lo que fue su residencia, ni rasgo alguno de su jardín ni, por supuesto, de las especies animales y vegetales que vivieran a su alrededor. Todos perecerían por efecto del impacto, el posterior enterramiento y, por último, por asfixia. La enorme cantidad de bloques de hormigón que se acumularía en su finca al cabo del año, cubriría todo el espacio e impediría el desarrollo de cualquier tipo de vida sobre la superficie. No es ocioso añadir que la escombrera resultante arruinaría todo rasgo de vida en el entorno.
Situación del Estrecho de Gibraltar en el contexto del Golfo de Cádiz y la Región Suratlántica IXA del ICES |
Lluvia de hormigón
lunes, junio 30, 2014