24 de enero de 2014

El final del inicio

Hubo un tiempo en el que la Geología Marina en España era una disciplina extraña que solamente se practicaba en el Instituto Español de Oceanografía. ¿Dónde? Pues, en pleno centro de Madrid, en la calle Alcalá nº 27, junto a la Puerta del Sol. ¡De Madrid a la mar! 
A un lado de la mesa, Pedro Herranz, José Luis Sanz y Jorge Rey, frente a ellos, el recién llegado Víctor Díaz-del-Río. Eran los años 70 y todo estaba por hacer.
La primera vez que traspasé el umbral de la regia puerta de roble, a través de la cual se accedía al fondo del océano, me quedé estupefacto. El escenario me resultaba decimonónico, y sin embargo albergaba una gran cantidad de jóvenes licenciados, de muy reciente incorporación, que se estaban adentrando en las más novedosas tendencias en la Oceanografía, al amparo de los programas cooperativos hispano norteamericanos que les permitían aprender técnicas y métodos de prospección e investigación científica que ni siquiera se enseñaban en las universidades españolas.
Allí tropezabas con las jóvenes generaciones de científicos especialistas en Física, Química, Biología y Geología, así como de otras titulaciones universitarias que me parecieron extrañas para encontrarlas en aquel lugar, y a las cuales no acababa de encontrarles razón de su presencia: Farmacia, Veterinaria, Económicas, Ingeniería Industrial, Matemáticas, etc. Tal era la idea tan vaga que yo tenía de la investigación marina y tan limitada era la imagen que la actividad científica se proyectaba a la sociedad.
(Izquierda) Pedro Herranz; (Centro) Jose Luis Sanz "Josechu"; (Derecha) Juan Acosta
Sin embargo, la dedicación de aquellos jóvenes licenciados a su trabajo, y la pasión que ponían en ello, me impresionó tantísimo que todavía la recuerdo, y la siento, como si fuera hoy mismo. Las dependencias institucionales periféricas no se quedaban atrás. Eran las lanzaderas de la investigación en la mar. "La costa" se denominaba en el argot de la casa. Aquel Instituto tenía su sede en Madrid, y luego estaba la costa, con centros de investigación en Málaga, La Coruña, Vigo, Santander, Palma de Mallorca y Canarias, habiendo inaugurado recientemente otro en Murcia -que con el paso de los años tuve la suerte de dirigir-, al que se le llamaba de Mar Menor, por estar en la ribera de dicha laguna litoral. 
(Izquierda) Jose Ramón de Andrés, Guillermo Díaz-del-Río, Juan Acosta, Jorge Rey y yo; (Centro) Carlos Palomo; (Derecha) Pedro Herranz, Jose Ramón de Andrés y yo, frente a una Sonar Lateral a bordo del B/H Tofiño.
El piso que en Madrid ocupaba "el Oceanográfico", era inmenso y disponía de un larguísimo corredor que perfectamente podría denominarse "de los pasos perdidos", a lo largo del cual se disponían los diversos departamentos en los que se subdividía orgánicamente la Institución. El caminar a lo largo de aquel pasillo nunca era silencioso, no por causa de las voces que siempre se escuchaban, sino por el ruido que hacía el suelo de parquet que siempre delataba tu presencia, y nunca faltaba quien levantaba la cabeza para ver quien era el que disturbaba la paz reinante en los despachos. Al final del pasillo, ocupando tres habitaciones que daban a un patio interior, a través del cual entraba la luz del sol a raudales, se agolpaban los geólogos disputándose el espacio con las mesas de trabajo, las de dibujo, estanterías, carpetas, registros, aparatos, libros y revistas, y .... ¡la cafetera!, ¡Dios mio! .... ¡aquellos cafés que fabricaban los aguerridos geólogos se podían cortar con un cuchillo! ... ¡y se lo tomaban a puro pelo! ... ¡sin leche! 
Mis habilidades a la hora de manejar la tecnología no han sido muy relevantes. Esa lección de cambiar el rollo de papel del registrador sísmico gráfico EP&C, no me la han enseñado demasiado bien.
Los tiempos nos han cambiado a todos, e incluso a la propia Institución. Hoy me llama "el último mohicano" y me dice que después de 42 años ha decidido solicitar la jubilación; ¡cáspita!, ¡casi la mitad de los 100 años que ahora cumple el IEO! Juan Acosta da su merecida vuelta al ruedo institucional y sale por la puerta grande, después de ver salir por ella a Carlos Palomo, Pedro Herranz, José Ramón de Andrés, Jorge Rey y José Luis Sanz. Ellos construyeron los cimientos de la Geología Marina que hoy tenemos en el IEO. En la órbita del otrora Departamento de Geología Marina también describían su propia trayectoria, en Palma de Mallorca, el librepensador Pedro Balle y el humanista Guillermo Mateu. Yo he tenido la suerte, y el privilegio, de haber podido compartir con ellos todas las inquietudes que nos impulsaron a configurar diversas estrategias, no siempre coincidentes, que dieran solidez a la Geología Marina en el IEO.

Fueron pioneros en España, no se les puede negar ese mérito. Supieron aprovechar las oportunidades que les ofreció el momento en el que iniciaron su actividad científica en España, y dejan tras de sí unos cimientos sólidos sobre los que tendrán que edificar las Ciencias Geológicas aquellos otros que se han incorporado con posterioridad. La senda está abierta y las oportunidades son ahora mucho más abundantes y con mejores infraestructuras. España cuenta con un equipamiento para la prospección geológica marina de primer nivel, dimensionado a las misiones que hemos de acometer. La Geología Marina se ejecuta en muchas universidades y en diversos centros del CSIC, pero es difícil no encontrar en todos estos lugares alguna impronta de la actividad científica que el IEO ha realizado en Geología Marina. Pero siempre recordaremos a los que se aventuraron en una Ciencia en la que había que construirlo todo. No les faltó ilusión ni dedicación. Los años pasados trabajando en la mar, con largos periodos lejos de las familias, en muy diversas campañas oceanográficas así lo atestiguan.

Quiero dedicarles a todos ellos nuestro recuerdo y nuestro reconocimiento por su esfuerzo. Los pioneros se van replegando y van dejando el sitio a nuevas generaciones. Su responsabilidad será ocupar los huecos que ellos dejan con, al menos, la misma profesionalidad y dedicación que todos ellos han mostrado a lo largo de sus trayectorias profesionales. El testigo que ahora nos traspasan está lleno del contenido que ellos supieron darle con su entrega, esfuerzo y sacrificio. 

Víctor Díaz-del-Río Español
Científico Titular
Centro Oceanográfico de Málaga
Instituto Español de Oceanografía

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